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The Treasure of the Faith / El Tesoro de la Fe

Nov 20 2023

The Treasure of the Faith / El Tesoro de la Fe

As we hear today, the story of the Maccabees did not start out as a violent persecution. It started with a new Greek king, Antiochus Epiphanes. Some of the Israelites in the area thought that it would be a good idea to suppress some of their own customs in favor of the Gentile customs. These Israelites are described as “breakers of the law,” who “covered over the mark of their circumcision,” “abandoned the holy covenant,” “allied themselves with the Gentiles,” and “sold themselves to wrongdoing” (1 Macc. 1:11–15). In order to get along better with the Greeks, they compromised their religious obligations, ceased to perform some of their customs, and began backsliding toward immorality.

After eight years of this, the situation was so bad that Antiochus Epiphanes could put an idol on the altar, mandate idolatry, and destroy any physical remnants of Jewish practice. This was ultimately the straw that broke the camel’s back for Judas Maccabeus and the Maccabees, who then started a guerilla war against the Greeks.

But what was so terrible, in the inspired author’s view, about what the Israelites were doing? They were unfaithful. In fact, this is the sin that so wounds God’s heart throughout the writings of the prophets and the history of Israel. Israel goes to join the other nations, forgets God, and slips into dissipation, deeply offending God and prompting Him to call them back to Him. The Israelites do the same thing with the Greeks, albeit with the goal of seeking peace. But we see that even the most minimal catering to atheism, secularism, and the like leads to a lack of faith, a lack of conviction, and the potential for abuse by those who do not listen to the Lord.

It’s safe to say that most people today don’t get as worked up about religious customs or liturgical disputes as did the Maccabean warriors, but perhaps that is more a lesson about us than it is about them. They understood that nothing good can come from compromising the Faith, even if the aim is to be accommodating. Eventually, nations will not respect those who do not show respect to their own traditions.

The Gospel should be brought to the world, but that is not the same thing as to adjust the Gospel message to fit the desires of those who do not yet believe. The Gospel does not change, the Faith does not change, and the world is to be invited into its fullness, where they will find communion with the God who loves them and made them. If we attempt to soften the message of Christ or abandon our own pious practices, customs, and traditions, we will lose the respect of those around us. The Maccabees understood that the Faith is something to cherish, not just in the abstract, but in the details of prayer, devotions, customs, and traditions. We have something unique, and it is worth preserving.

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Como escuchamos hoy, la historia de los macabeos no comenzó como una persecución violenta. Comenzó con un nuevo rey griego, Antíoco Epífanes. Algunos de los israelitas en el área pensaron que sería buena idea suprimir algunas de sus propias costumbres a favor de las costumbres gentiles. Estos israelitas se describen como “apóstatas“, que “simularon que no estaban circuncidados“, “renegaron de la alianza santa“, “se casaron con gente pagana” y “se vendieron para hacer el mal” (1 Mac. 1,11–15). Para llevarse mejor con los griegos, transigieron sus obligaciones religiosas, dejaron de realizar algunas de sus costumbres y comenzaron a recaer en la inmoralidad.

Después de ocho años, la situación era tan mala que Antíoco Epífanes pudo poner un ídolo en el altar, ordenar la idolatría y destruir cualquier remanente físico de la práctica judía. Esta fue, en última instancia, la gota que colmó el vaso para Judas Macabeo y los macabeos, quienes luego comenzaron una guerrilla contra los griegos.

Pero, ¿qué era tan terrible, según el punto de vista del autor inspirado, de lo que estaban haciendo los israelitas? Fueron infieles. De hecho, este es el pecado que tanto hiere el corazón de Dios a lo largo de los escritos de los profetas y de la historia de Israel. Israel va a unirse a las otras naciones, se olvida de Dios y cae en la disipación, ofendiendo profundamente a Dios e incitándolo a llamarlos a volver a Él nuevamente. Los israelitas hacen lo mismo con los griegos, aunque con el objetivo de buscar la paz. Pero vemos que incluso la mínima atención al ateísmo, al secularismo y cosas semejantes conduce a una falta de fe, una falta de convicción y el potencial de abuso por parte de aquellos que no escuchan al Señor.

Es seguro decir que la mayoría de las personas hoy en día no se preocupan tanto por las costumbres religiosas o las disputas litúrgicas como los guerreros macabeos, pero tal vez esa sea más una lección sobre nosotros que sobre ellos. Ellos comprendieron que nada bueno puede resultar de comprometer la fe, incluso si el objetivo es ser complaciente. Eventualmente, las naciones no respetarán a aquellos que no muestren respeto por sus propias tradiciones.

El Evangelio debe ser llevado al mundo, pero eso no es lo mismo que ajustar el mensaje del Evangelio a los deseos de aquellos que aún no creen. El Evangelio no cambia, la Fe no cambia, y el mundo está para ser invitado a su plenitud, donde encontrarán la comunión con el Dios que los ama y los creó. Si intentamos suavizar el mensaje de Cristo o abandonar nuestras propias prácticas, costumbres y tradiciones piadosas, perderemos el respeto de quienes nos rodean. Los Macabeos entendieron que la Fe es algo que debemos apreciar, no sólo en abstracto, sino en los detalles de la oración, las devociones, las costumbres y las tradiciones. Tenemos algo único, y vale la pena preservarlo.

Comunicarse con el autor

David Dashiell is a freelance author and editor in Nashville, Tennessee. He has a master’s degree in theology from Franciscan University, and is the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism.

Feature Image Credit: Mario Jiménez, cathopic.com/photo/10474-sagrado-corazon-de-jesus