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All We Need, And More / Todo lo Que Necesitamos y Hasta Más

Nov 16 2022

All We Need, And More / Todo lo Que Necesitamos y Hasta Más

Does your parish church have stained glass windows? From the outside, the windows look dark and dull, but when you are inside the Church, they are richly and brilliantly illuminated.

That is another kind of parable for the lesson of Jesus in today’s Gospel. We see Jesus Himself as the “nobleman” who went to obtain a kingship, giving ten of his servants a gold coin worth 100 days’ wages before he left, giving them specific instructions to “engage in trade” with them. After he became king, he returned to check the “return on investment,” as it were.

These coins can be seen as the talents and graces we are freely given. The Lord gives us everything and invites us to freely put our gifts and our lives in his service and the service of others. He asks us to use what we have (without comparing it to what others have!) to engage fully in life, to help others, and to glorify God. To those who do this generously, Jesus promises a generous reward!

But if we refuse to use what we have been given, it will be as if we have chosen to remain outside the church building in the cold, seeing it as a stone mountain into which we dare not enter. From outside, we cannot see the light streaming in through the colored windows or enter into the hymns of praise rising up from the People of God or partake of the rich banquet of the Body and Blood of Christ. We, therefore, keep ourselves separated from communion with God and His family!

Many things can keep us from fully engaging our gifts: fear, selfishness, ingratitude. We may not really know what we have or what we can do; we may be using our energies to satisfy our own wants and forgetting to look at ways to serve others; we may be blinded by a conviction that we really don’t have enough to give; we may be afraid of the risks of taking our spiritual responsibility seriously; we may be focused on counting the costs. All of these attitudes and more can impel us to “wrap our coin in a handkerchief” rather than “engage in trade”!

Where do we begin to shift engagement? We can begin by making sure that our relationship with God truly has first place in our lives. Then we can take a look at the duties and responsibilities before us, in our family and at work, and assess whether we are doing all we can for the people around us. Next, we can look at our parish, to see where we might be of service to further the mission of the Church!

We need not fear that we will run out of anything. If we are doing what God calls us to do, we are given more! When we engage our gifts and talents in His service, we will always have all we need.


¿Tu iglesia parroquial tiene vitrales? Desde el exterior, las ventanas se ven oscuras y aburridas, pero cuando estás dentro de la Iglesia, están ricamente y brillantemente iluminadas.

Ese es otro tipo de parábola para la lección de Jesús en el Evangelio de hoy. Vemos a Jesús mismo como el “hombre noble” que fue a obtener un reinado, dando a diez de sus sirvientes una moneda de oro por valor de 100 días de salario antes de irse, dándoles instrucciones específicas para “comerciar” con ellos. Después de convertirse en rey, regresó para verificar el “retorno de la inversión”, por así decirlo.

Estas monedas pueden verse como los talentos y las gracias que se nos dan gratuitamente. El Señor nos da todo y nos invita a poner libremente nuestros dones y nuestra vida a su servicio y al servicio de los demás. Nos pide que usemos lo que tenemos (¡sin compararlo con lo que tienen los demás!) para participar plenamente en la vida, para ayudar a los demás y para glorificar a Dios. ¡A los que hacen esto generosamente, Jesús les promete una generosa recompensa!

Pero si nos negamos a usar lo que se nos ha dado, será como si hubiésemos optado por permanecer fuera del edificio de la iglesia en el frío, viéndolo como una montaña de piedra en la que no nos atrevemos a entrar. Desde fuera no podemos ver la luz que se cuela por los vitrales, ni entrar en los himnos de alabanza que se elevan del Pueblo de Dios, ni participar del rico banquete del Cuerpo y la Sangre de Cristo. ¡Nosotros, por lo tanto, nos mantenemos separados de la comunión con Dios y su familia!

Muchas cosas pueden impedirnos utilizar plenamente nuestros dones: el miedo, el egoísmo, la ingratitud. Puede que no sepamos realmente lo que tenemos o lo que podemos hacer; podemos estar usando nuestras energías para satisfacer nuestros propios deseos y olvidando de buscar formas de servir a los demás; podemos estar cegados por la convicción de que realmente no tenemos suficiente para dar; podemos tener miedo de los riesgos de tomar en serio nuestra responsabilidad espiritual; podemos estar enfocados en lo que nos cuesta. ¡Todas estas actitudes y más pueden impulsarnos a “envolver nuestra moneda en un pañuelo” en lugar de “comerciar”!

¿Dónde empezamos a cambiar el compromiso? Podemos comenzar asegurándonos de que nuestra relación con Dios realmente tenga el primer lugar en nuestras vidas. Entonces podemos echar un vistazo a los deberes y responsabilidades que tenemos ante nosotros, en nuestra familia y en el trabajo, y evaluar si estamos haciendo todo lo posible por las personas que nos rodean. ¡Luego, podemos mirar a nuestra parroquia, para ver dónde podemos ser de servicio para promover la misión de la Iglesia!

No debemos temer que nos quedemos sin nada. Si estamos haciendo lo que Dios nos llama a hacer, ¡se nos da más! Cuando dedicamos nuestros dones y talentos a Su servicio, siempre tendremos todo lo que necesitamos.

Featured Image Credit: Bjorn Pierre, unsplash.com/photos/-clf0K7plGM


This reflection was reposted from Diocesan Archives. Author: Kathryn Mulderink, MA