“Do not be afraid, Mary, for you have found favor with God.”
What an interesting choice of words from the Angel Gabriel – “favor with God.” This has to be where Mary’s fullness of grace comes in because if I was told I had favor with God and then my life went on the roller-coaster ride that Mary’s did, I’m not sure I would believe the Archangel Gabriel nor share the same definition and understanding of “favor.”
Here in the Annunciation, we hear these profound words spoken to Mary, along with the astounding news that God has chosen her to bear His beloved Son. Although I try to place myself in that room, hearing those words, I simply cannot fathom the depth of Mary’s emotions in that very moment, that unique experience that the Blessed Virgin Mary alone has been graced to experience.
This “favor” that was found to be with Mary becomes increasingly harder to imagine as the rest of the story of Mary’s life with Jesus unfolds — in what we, who are not full of grace, might see as a complete unraveling of God’s favor. As a woman, I know how I would perceive this journey if I were to put myself in Mary’s situation. Mary is the ultimate model of trust and faith because we have no evidence that she lost these gifts, as I would have if my expectations were seemingly twisted completely around.
These are a few of the events and situations I wouldn’t expect if I had received the news I was expecting the Son of God:
- I would not have expected to travel to help out a slightly more pregnant cousin right after finding out I, too, was to have a baby, especially if that child was the Messiah!
- I would have expected to have the baby at home with my mom and maybe some women from Nazareth to help out, not in a barn all the way in Bethlehem with only my husband’s assistance.
- After my son’s unexpected birth in a manger, I would have expected to return back to Nazareth, again to the comfort of my home and my family and community to help me raise my new son. I would have never expected this urgent, I am sure, frightening escape from Bethlehem into Egypt.
In the end, it is irrefutable (to me, at least) that Mary has truly found favor with God. This grace may not align with our thoughts and understanding of ‘favor,’ but I continue, like her, to ponder all these things in my heart, praying that if the day ever arrives for me to be greeted by an angel with a great message from God, I too will answer, “May it be done to me according to your Word.”
“No temas, María, porque has hallado [favor] ante Dios”.
Qué interesante elección de palabras del ángel Gabriel: “favor ante Dios”. Aquí tiene que ser donde entra en juego la plenitud de gracia de María porque si a mí me dijeran que tengo el favor de Dios y luego mi vida se subiera a la montaña rusa como la de María, no estoy segura de creerle al Arcángel Gabriel ni compartir la misma definición y comprensión de la palabra “favor”.
Aquí, en la Anunciación, escuchamos estas profundas palabras dirigidas a María, junto con la asombrosa noticia de que Dios la ha elegido para dar a luz a su amado Hijo. Aunque trato de ubicarme en esa habitación, escuchando esas palabras, simplemente no puedo comprender la profundidad de las emociones de María en ese momento, esa experiencia única que sólo la Santísima Virgen María ha tenido la gracia de experimentar.
Este “favor” que se encontró con María se vuelve cada vez más difícil de imaginar a medida que se desarrolla el resto de la historia de la vida de María con Jesús, en lo que nosotros, que no estamos llenos de gracia, podríamos ver como un completo desmoronamiento del favor de Dios. Como mujer, sé cómo percibiría yo este viaje si me pusiera en la situación de María. María es el modelo supremo de confianza y fe porque sabemos que ella no haya perdido estos dones, como lo habría hecho yo si mis expectativas aparentemente estuvieran vueltas boca abajo.
Estos son algunos de los eventos y situaciones que no esperaría si hubiera recibido la noticia de que esperaba al Hijo de Dios: 1) No hubiera esperado viajar para ayudar a una prima un poco más embarazada justo después de descubrir que yo también iba a tener un bebé, ¡especialmente si ese niño era el Mesías! 2) Habría esperado dar a luz en casa con mi mamá y tal vez algunas mujeres de Nazaret para ayudarme, no en una cueva en Belén con sólo la ayuda de mi esposo. 3) Después del inesperado nacimiento de mi hijo en un pesebre, hubiera esperado regresar a Nazaret, nuevamente a la comodidad de mi hogar, mi familia y mi comunidad para ayudarme a criar a mi hijo recién nacido. Nunca hubiera esperado esta urgente y aterradora huida de Belén a Egipto.
Al final, es irrefutable (al menos para mí) que María realmente ha encontrado el favor de Dios. Es posible que esta gracia no se alinee con nuestros pensamientos y comprensión del “favor”, pero sigo, como ella, reflexionando sobre todas estas cosas en mi corazón, orando para que, si alguna vez llegara el día en que un ángel me salude con un gran mensaje de Dios, yo también responderé: “Hágase en mí según tu Palabra”.
Feature Image Credit: Maria Oswalt, unsplash.com/photos/mary-statue-5xar-6sfQ8w
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