In today’s Gospel we hear about the sacrifices necessary to follow Christ. Christ’s call to us is not easy; no one wants to hate his family and the weight of carrying a cross is not light. But Jesus calls us to sacrifice that which we love to give ourselves totally to Him.
I think it’s easy to question how what we hear from Paul in the first reading (“Owe nothing to anyone, except to love one another; for the one who loves another has fulfilled the law”) aligns with what Jesus tells the crowds in the Gospel (“If anyone comes to me without hating his father and mother, wife and children, brothers, and sisters and even his own life, he cannot be my disciple”). How can we be called to both at the same time?
First, it’s important to contextualize the word “hate” in this context. Jesus is not telling us that we must dislike or harbor negative feelings about our families. He is saying that we need to be able to separate ourselves from those we love in order to follow Christ. Ultimately, I think the answer is rooted in our relationship with Christ. We must will the good of everyone we encounter while also rightly ordering our lives so that Christ is at the very center. The two are not in opposition to each other. Rather, they are two different pieces of fulfilling what Christ is calling us to do.
Jesus also reminds us that we will each need to take up our own crosses to be His disciples. Taking up a cross–that is, embracing sacrifice–is an outward sign of an inward conversion of heart. It is in laying our lives down at the foot of the cross that we become disciples of Christ.
May we answer Christ’s call to become His disciples and pick up our crosses with joy and thanksgiving!
En el evangelio de hoy escuchamos acerca de los sacrificios necesarios para seguir a Cristo. El llamado de Cristo a nosotros no es fácil; nadie quiere odiar a su familia y el peso de llevar una cruz no es ligero. Pero Jesús nos llama a sacrificar aquello que amamos para entregarnos totalmente a Él.
Se entiende que podríamos cuestionar cómo lo que escuchamos de Pablo en la primera lectura (“No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley“) se alinea con lo que Jesús les dice a las multitudes en el Evangelio (“Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo”). ¿Cómo podemos ser llamados a ambos al mismo tiempo?
Primero, es importante contextualizar la palabra “preferir” en este contexto. Jesús no nos está diciendo que debemos tener aversión o albergar sentimientos negativos sobre nuestras familias. Está diciendo que tenemos que ser capaces de separarnos de aquellos a quienes amamos para poder seguir a Cristo. En última instancia, creo que la respuesta está enraizada en nuestra relación con Cristo. Debemos desear el bien de todas las personas con las que nos encontremos y, al mismo tiempo, ordenar correctamente nuestras vidas para que Cristo esté en el centro. Los dos no están en oposición. Más bien, son dos piezas diferentes del cumplimiento de lo que Cristo nos está llamando a hacer.
Jesús también nos recuerda que cada uno de nosotros debe tomar su propia cruz para ser sus discípulos. Tomar una cruz, es decir, abrazar el sacrificio, es un signo externo de una conversión interna del corazón. Al poner nuestra vida al pie de la cruz nos convertimos en discípulos de Cristo.
¡Que podamos responder al llamado de Cristo para convertirnos en sus discípulos y tomar nuestras cruces con alegría y acción de gracias!
Dakota lives in Denver, CO with her husband, Ralph, and their two sons, Alfie & Theophilus. She is the Dean of Enrollment Management for Bishop Machebeuf High School where her husband also teaches. You can find Dakota at the zoo or a brewery with her family or with her nose in a book at home. For more of Dakota’s writing check out https://dakotaleonard16.blogspot.com/
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