Humility has been front and center in the readings these last two Sundays. Humility is often a misunderstood and maligned idea, but the readings today and last Sunday shed some light on what humility really means.
Last Sunday, we were advised not to exaggerate our abilities or consider ourselves more important than we are. Humility isn’t pretending we are worse or lowlier than we actually are, either. It is being honest about our strengths and limitations, both with ourselves and others, recognizing that all our gifts ultimately come from God.
This Sunday, we hear another aspect of humility: knowing our place in relation to God. How can we, in our limited human perspective, imagine that we know what God should do? That anything we know wasn’t first revealed to us by God? That anything we have didn’t come, directly or indirectly, from God? Furthermore, that anything we have, even relationships with loved ones, can be anything more than a pale comparison to the unfathomable gifts God gives and will give us?
One way I’ve heard people sum up this aspect of humility is by saying, “There is a God, and I am not Him!” There’s a kind of freedom in this aspect of humility – I can let God be God and take care of the things that are beyond my ability and understanding. I can turn to Him when my limited strength fails me and I cannot finish building my tower, and let Him guide me. I might even find that, if I would have had the humility to consult God first, I would have been building a bridge instead of a tower.
La humildad ha sido una idea céntrica de las lecturas estos últimos dos domingos. La humildad es a menudo una idea mal entendida y difamada, pero las lecturas de hoy y del domingo pasado alumbran lo que realmente significa la humildad.
El domingo pasado se nos aconsejó no exagerar nuestras capacidades ni considerarnos más importantes de lo que somos. La humildad tampoco es pretender que somos peores o más bajos de lo que realmente somos. Es ser honesto acerca de nuestras fortalezas y limitaciones, tanto con nosotros mismos como con los demás, reconociendo que, en última instancia, todos nuestros dones provienen de Dios.
Este domingo escuchamos otro aspecto de la humildad: reconocer nuestro lugar en relación con Dios. ¿Cómo podemos, en nuestra perspectiva humana limitada, imaginar que sabemos lo que Dios debe hacer? ¿Que todo lo que sabemos no nos fue revelado primero por Dios? ¿Que todo lo que tenemos no viene, directa o indirectamente, de Dios? Además, ¿que todo lo que tenemos, incluso las relaciones con los seres queridos, puede ser algo más que una pálida comparación con los dones insondables que Dios nos da y nos dará?
Una forma que he oído resumir este aspecto de la humildad es diciendo: “¡Existe un Dios, y yo no soy Él!” Hay una especie de libertad en este aspecto de la humildad: puedo dejar que Dios sea Dios y se ocupe de las cosas que están más allá de mi capacidad y comprensión. Puedo acudir a Él cuando mis fuerzas limitadas me fallan y no puedo terminar de “construir mi torre”, y dejar que Él me guíe. Incluso podría encontrar que, si hubiera tenido la humildad de consultar a Dios primero, habría estado construyendo un puente en lugar de una torre.
J.M. Pallas has had a lifelong love of Scriptures. When she is not busy with her vocation as a wife and mother to her “1 Samuel 1” son, or her vocation as a public health educator, you may find her at her parish women’s bible study, affectionately known as “The Bible Chicks.”
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