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Permitir Entrar al Mendigo

Mar 13 2018

Permitir Entrar al Mendigo

Me gusta buscar sorpresas en la vida espiritual. He hablado con muchas personas que tienen un sentido de que nos acerquemos a Dios para pedirle o incluso suplicarle por la gracia, y hasta cierto punto, creo que es un lugar bueno y saludable en la vida espiritual. Pero siendo la hija espiritual de San Pablo-quien no era conocido por cuidar sus palabras tímidamente—me recuerda sorprenderme por el Evangelio. San Pablo dice cosas radicales como, “cuando soy débil (en Cristo) soy fuerte” y “regocijo en la cruz de Cristo.” Así que, ¿quién está suplicando y pidiendo?

Verdaderamente, cuando nos paramos en una temporada litúrgica como este, tan llena de gracias ponderosas, creo que podríamos hacer un caso sólido por la realidad que unos santos han articulado. Vean a Dios como alguien que está afuera de las puertas de nuestros corazones pidiendo y suplicando.

Esto es la belleza de nuestra fe, la cual es frecuentemente “las dos cosas” y no tanto “uno o el  otro”. Implica que yo le pida y le suplica a Dios Poderoso que me dé a mí y a mis seres queridos, a mis Hermanas, a la gente que servimos, cada gracia del cielo, Y TAMBIÉN implica que Dios me pida y me suplica que lo deje entrar mi corazón, rezarle y dejarle transformarme, y entrar en mi vida para que pueda derramar las gracias al mundo.

Hace poco, algunas Amigas-Hermanas y yo asistimos a la Santa Misa en una universidad cercana y el sacerdote estaba llamando nuestra atención al hecho de que el cielo y la tierra se juntan durante esta temporada de la Cuaresma. Lo vemos en el hecho de que somos pecadores y egoístas ciegas combinado con el hecho de que Dios Encarnado habita entre nosotros como nuestro Salvador. Hay tanto la victoria de la redención como la obra lenta de la gracia redentora en nuestros corazones, mentes, almas, familias, comunidades y nuestro mundo.

¿Qué podemos hacer acerca de la fragmentación, pobreza horrenda, y la violencia que vemos en las noticias cada día? ¿Qué podemos hacer acerca de la fragmentación y la pobreza personal y comunitaria que experimentamos en nuestros hogares, nuestros trabajos y en nuestros propios corazones? Permite que entre Aquel que se hace mendigo y dale el espacio para ser tu Señor.