In today’s Gospel, we encounter the Sadducees who are trying to catch Jesus in a trap. They present a seemingly impossible dilemma to Jesus about the resurrection and they hope to trip him up. The problem is that they are thinking with human minds and not seeing in the way that God sees. Jesus notes this immediately and calls them out for not knowing “the Scriptures or the power of God.”
I think many of us are probably in this same boat. When it comes to things that are beyond our natural comprehension, it is difficult to have faith. Like the Sadducees, we try to put God and his power into human terms. When we hear things like “we will one day share in the divinity of God himself,” we struggle to understand. But Jesus is clear in the Gospel that even though it may be hard to understand, we can trust him. Furthermore, we can trust in the power of God.
While we may not be experiencing our final end right now, that is eternal happiness with God in heaven, that doesn’t mean that we don’t have a taste of what this will be like. Through our baptism we have been given the life of God in our souls. Through confirmation we are given strength and the power of the Holy Spirit. Through the Eucharist we are given divine food for the journey. Through reconciliation we are freed from the bonds of sin. We could go on and on. Here and now we are experiencing, in a small way, the beauty of what we will experience in heaven.
Even so, these sacraments that bring us closer to God’s divine life, are physical signs of God’s love. They are effective signs that truly change us, but in heaven we will no longer need signs. We will fully experience what we were truly made for. This is why Jesus says in the Gospel that in heaven we will neither marry nor be given in marriage. When done well, marriage is a sign of Christ’s love for his Church. In heaven, we will fully experience the love God has for his Church.
So maybe today is a great day to look at the relationships and people we have around us in this life. Perhaps the question we should be asking is how can we one day get to heaven and bring as many of those we love with us? God desires that all men be saved, but it is our choice to accept that salvation and preach it to others. Let us all trust in what God has revealed and take great comfort that he wants us all to be happy with him for eternity. Otherwise we are no better than the Sadducees who did not believe in the Resurrection. This made them very sad-u-see.
From all of us here at Diocesan, God bless!
En el evangelio de hoy nos encontramos con los saduceos que intentan atrapar a Jesús en una trampa. Le presentan a Jesús un dilema aparentemente imposible sobre la resurrección y esperan hacerle trabarse. El problema es que piensan con mentes humanas y no ven como Dios ve. Jesús se da cuenta de esto inmediatamente y los critica por no entender “las Escrituras ni el poder de Dios”.
Creo que muchos de nosotros nos encontramos en la misma situación. Cuando se trata de cosas que están más allá de nuestra comprensión natural, es difícil tener fe. Al igual que los saduceos, intentamos poner a Dios y su poder en términos humanos. Cuando escuchamos cosas como “un día compartiremos la divinidad de Dios mismo”, nos cuesta entender. Pero Jesús es claro en el Evangelio: aunque pueda ser difícil de entender, podemos confiar en él. Además, podemos confiar en el poder de Dios.
Si bien es posible que no estemos experimentando nuestro fin final en este momento, que es la felicidad eterna con Dios en el cielo, eso no significa que no tengamos una idea de cómo será esto. A través de nuestro bautismo se nos ha dado la vida de Dios en nuestras almas. A través de la confirmación recibimos fuerza y el poder del Espíritu Santo. A través de la Eucaristía se nos da alimento divino para el camino. A través de la reconciliación somos liberados de las ataduras del pecado. Podríamos seguir y seguir. Aquí y ahora estamos experimentando, en pequeña medida, la belleza de lo que viviremos en el cielo.
Aun así, estos sacramentos que nos acercan a la vida divina de Dios, son signos físicos del amor de Dios. Son señales efectivas que realmente nos cambian, pero en el cielo ya no necesitaremos señales. Experimentaremos plenamente aquello para lo que realmente fuimos creados. Por eso Jesús dice en el Evangelio que en el cielo no nos casaremos ni seremos dados en matrimonio. Cuando se vive de buena forma, el matrimonio es un signo del amor de Cristo por su Iglesia. En el cielo experimentaremos plenamente el amor que Dios tiene por su Iglesia.
Entonces, tal vez hoy sea un gran día para observar las relaciones y las personas que tenemos a nuestro alrededor en esta vida. Quizás la pregunta que deberíamos hacernos es ¿cómo podremos algún día llegar al cielo y traer con nosotros a nuestros seres queridos? Dios desea que todos los hombres se salven, pero es nuestra decisión aceptar esa salvación y predicarla a los demás. Confiemos todos en lo que Dios ha revelado y consolémonos porque quiere que todos seamos felices con él por toda la eternidad. De lo contrario, no somos mejores que los saduceos que no creían en la resurrección. Y esto los puso muy tristes.
De parte de todos nosotros aquí en Diocesan, ¡Dios los bendiga!
Tommy Shultz is a Business Development Representative for Diocesan. In this role he is committed to bringing the best software to dioceses and parishes while helping them evangelize on the digital continent. Tommy has worked in various diocese and parish roles since his graduation from Franciscan University with a Theology degree. He hopes to use his skills in evangelization, marketing, and communications, to serve the Church and bring the Good News to all. His favorite quote comes from St. John Paul II, who said, “A person is an entity of a sort to which the only proper and adequate way to relate is love.”
Feature Image Credit: Danist Soh, unsplash.com/photos/aerial-photograph-of-clouds-5D47VsGV86c