When Peter visited Gentiles and brought them the Gospel and the Holy Spirit, those who were circumcised were indignant: “the circumcised believers confronted him” (Acts 11:2). They did not understand the words of Jesus in the Gospel: “I have other sheep that do not belong to this fold. These also must I lead, and they will hear my voice, and there will be one flock, one shepherd” (John 10:16). The idea of God bringing outsiders into the covenant scandalized them: they could not see how it was good for God to expand His promises in this way. They had missed earlier prophecies in Scripture that foreshadowed an expansion of the covenant. Because of this, they were not able to rejoice in the gift given to the Gentiles, at least not until Peter’s dream was explained to them.
We may encounter a similar attitude in others who are better off than we are. Perhaps they are more gifted in certain respects, or perhaps they have just been given an unexpected gift that they clearly do not deserve. Either way, sometimes the good fortune of others bothers us, instead of giving us cause for rejoicing. Why should they have what they do when I struggle every day in prayer and sacrifice? Why can’t I have what they have?
The First Reading shows us that those who are given gifts by God are given them for a purpose, and the goodness they experience is not to be envied or disdained. Often, as with the circumcised Christians, we do not know the reason why God has given certain people certain gifts while withholding them from others. This is even more unfathomable when those others seem more deserving. Even so, we know from the example of Peter’s vision that God has a purpose for spreading His gifts far and wide. This should not upset us, but should give us cause to be happy for others.
Christ calls us in the Gospel to be open to participating in the one flock under the one Good Shepherd. He gives gifts to all that they might be joined to that flock, and we ought to welcome them. This posture comes into play again when we have to interact with those who grate on us. When we think of evangelizing and catechizing, we can fall into the trap of gravitating toward those opportunities that are easiest for us, ignoring any interaction with those who we don’t get along with as easily.
As Jesus and Peter remind us today, part of the Christian life is bringing Christ to those who we are not as comfortable interacting with. We know that Christ calls them to be part of his flock, as He wants all to believe and come to knowledge of the truth.
Cuando Pedro visitó a los gentiles y les llevó el Evangelio y el Espíritu Santo, los circuncidados se indignaron: “ los circuncidados le hicieron reproches” (Hechos 11:2). No entendieron las palabras de Jesús en el Evangelio: “Tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor” (Juan 10:16). La idea de que Dios trajera a extranjeros al rebaño los escandalizó: no podían ver cómo era bueno que Dios expandiera sus promesas de esta forma. Se habían perdido profecías anteriores en las Escrituras que predijeron una expansión de la alianza. Por eso, no pudieron regocijarse en el don dado a los gentiles, al menos no hasta que se les explicó el sueño de Pedro.
Podemos encontrar una actitud semejante en otros que están mejores que nosotros. Tal vez son más dotados en ciertos aspectos, o tal vez se les acaba de dar un regalo inesperado que claramente no se merecen. De cualquier manera, a veces la buena fortuna de los demás nos molesta, en lugar de darnos motivos para regocijarnos. ¿Por qué tienen tal cosa cuando batallo todos los días en la oración y el sacrificio? ¿Por qué no puedo tener lo que ellos tienen?
La Primera Lectura nos muestra que aquellos a quienes Dios les da dones los da con un propósito, y la bondad que experimentan no debe ser envidiada ni despreciada. A menudo, como con los cristianos circuncidados, no sabemos la razón por la cual Dios ha dado ciertos dones a ciertas personas mientras se los niega a otros. Esto es aún más insondable cuando esas personas parecen más merecedores. Aun así, sabemos por el ejemplo de la visión de Pedro que Dios tiene un propósito al esparcir Sus dones por todas partes. Esto no debe molestarnos, sino que debe darnos motivo para estar felices por los demás.
Cristo nos llama en el Evangelio a estar abiertos a participar en Su rebaño bajo el único Buen Pastor. Él da dones a todos para que se unan a ese rebaño, y debemos darles la bienvenida. Esta postura vuelve a entrar en juego cuando tenemos que interactuar con quienes nos molestan. Cuando pensamos en evangelizar y catequizar, podemos caer en la trampa de preferir aquellas oportunidades que nos resultan más fáciles, ignorando cualquier interacción con aquellos con quienes no nos llevamos tan fácilmente.
Como Jesús y Pedro nos recuerdan hoy, parte de la vida cristiana es llevar a Cristo a aquellos con quienes no nos sentimos tan cómodos interactuar. Sabemos que Cristo los llama a ser parte de Su rebaño, ya que quiere que todos crean y lleguen al conocimiento de la verdad.
David Dashiell is a freelance author and editor in Nashville, Tennessee. He has a master’s degree in theology from Franciscan University, and is the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism.
Feature Image Credit: Tomás Fernández Blanco, cathopic.com/photo/15274-corpus-christi