Lord, teach me to pray. It never occurred to me to ask that of Jesus. I’d assumed that after years of Catholic education and church-going, I should just know how to pray. I could rattle off some rote prayers but I don’t think I understood what it is to pray until a friend shared that the Lord’s Prayer is the perfect prayer. Not only does it come from Jesus himself, it offers us a prayer plan for all our non-rote prayers.
It begins simply with praise. We know that God doesn’t need our praise, but we need to praise him and remind ourselves how good he is, how hallowed his name is. I am of the opinion that sincere praise (and gratitude) cannot be overdone.
We express our desire for God’s will to be done just as his will is done in heaven where all are in perfect communion with God. We want his Kingdom to come. We want that perfect communion for ourselves. We need that in this broken world.
We ask for what we (think) we need – our daily bread – that which sustains us. What do you need? A friend to understand? Patience and love for a challenging family member? Strength to witness God’s truth? We can go to our loving Father and ask for these things. He longs to give us what we need and sometimes he gives us things we didn’t even know we needed.
We ask for forgiveness and promise forgiveness toward others. We know we sin and we trust in God’s mercy. We ask for it, maybe beg for it. We also offer it to those who hurt us. Jesus has some clear words on how important this is (Matthew 18:21-25, Matthew 6:14, and Luke 15: 11-32 to name a few).
Finally, we ask him to keep us safe from the tricks and the lies of the enemy. We can be confident that if we keep our gaze focused on Jesus, strive for holiness, and run to him in prayer, we will belong to him and all will be well with our soul.
The Lord’s Prayer stands on its own as an excellent prayer and also serves as a framework for our personal conversations with God. I encourage you to use it as a guideline for organizing your own prayer time, and see what happens!
Señor, enséñame a orar. Nunca se me ocurrió pedirle eso a Jesús. Supuse que después de años de educación católica y de asistir a la iglesia, debería saber cómo rezar. Podía recitar algunas oraciones de memoria, pero no creo que entendí lo que era orar hasta que un amigo me dijo que el Padre Nuestro es la oración perfecta. No solo proviene del mismo Jesús, sino que nos ofrece un plan de oración para todas nuestras oraciones que no son de memoria.
Comienza simplemente con una alabanza. Sabemos que Dios no necesita nuestra alabanza, pero debemos alabarlo y recordarnos lo bueno que es, lo santificado que es su nombre. Soy de la opinión de que la alabanza sincera (y la gratitud) nunca pueden ser exageradas.
Expresamos nuestro deseo de que se haga la voluntad de Dios tal como se hace su voluntad en el cielo, donde todos están en perfecta comunión con Dios. Queremos que venga su Reino. Queremos esa comunión perfecta para nosotros. La necesitamos en este mundo roto.
Pedimos lo que (creemos) que necesitamos: nuestro pan de cada día, aquello que nos sustenta. ¿Qué necesitas tú? ¿Un amigo que te entienda? ¿Paciencia y amor para un familiar que te desafía? ¿Fuerza para dar testimonio de la verdad de Dios? Podemos acudir a nuestro Padre amoroso y pedirle estas cosas. Él anhela darnos lo que necesitamos y, a veces, nos da cosas que ni siquiera sabíamos que necesitábamos.
Pedimos perdón y prometemos perdón a los demás. Sabemos que pecamos y confiamos en la misericordia de Dios. La pedimos, tal vez la rogamos. También se la ofrecemos a quienes nos hacen daño. Jesús tiene algunas palabras claras sobre lo importante que es esto (Mateo 18,21-25; Mateo 6,14 y Lucas 15,11-32, por nombrar algunas).
Finalmente, le pedimos que nos mantenga a salvo de los trucos y las mentiras del enemigo. Podemos estar seguros de que si mantenemos nuestra mirada fija en Jesús, nos esforzamos por la santidad y corremos hacia él en la oración, le perteneceremos y todo estará bien con nuestra alma.
El Padre Nuestro es una oración excelente por sí sola y también sirve como marco para nuestras conversaciones personales con Dios. Te animo a que la utilices como guía para organizar tu propio tiempo de oración y ¡verás lo que sucede!
Merridith Frediani loves words and is delighted by good sentences. She also loves Lake Michigan, dahlias, the first sip of hot coffee in the morning, millennials, and playing Sheepshead with her husband and three kids. She writes for Catholic Mom, Diocesan.com, and her local Catholic Herald. Her first book Draw Close to Jesus: A Woman’s Guide to Adoration is available at Our Sunday Visitor and Amazon. You can learn more at merridithfrediani.com.
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