As I write this, we are counting down the days, God-willing, until my husband will be ordained as a permanent deacon in the Diocese of Kalamazoo.
We have been preparing for this day for over 7 years, over 12 years if you count when Tom and I first started discussing his discernment. We have prayed, studied, and prepared. We have made lifelong friends with the other couples traveling this journey alongside us. We have been supported in prayer and love by our parish family. The time is almost here.
In the Sacraments of Initiation, we receive the grace we need to live our lives as disciples of Jesus. We received at Baptism every grace we need, and it was strengthened and sealed at our Confirmation. Everytime we attend Mass and receive the Eucharist, we are fed and strengthened for the challenges we will face on our road to heaven. We are given the grace to die to self so that we can live as Jesus calls us to live, so that we can be his disciples in love and action.
In the Sacrament of Marriage, we are given the graces we need to bring others with us. In marriage, the two become one, the graces are given to both the man and woman, so that they are no longer simply two people sharing space, but a family. The family is a living icon of the Holy Trinity in the world. Out of the giving and receiving of love, new life is created and goes out into the world. This is true even for those of us who weren’t blessed with children! It is just a different form of life. In marriage, we no longer receive grace simply for our own salvation, but for the salvation of those closest to us, our family. God, once again, gives us the grace to die to self, so that we can bring our families to Jesus.
In the Sacrament of Ordination, the grace is given to live out discipleship through service to others. These graces aren’t our own, but are meant to be passed on to those around us; our parish, our diocese, our world. Because my husband and I are one in the Sacrament of Marriage, the graces given to Tom at his ordination will overflow to me too. He will be a deacon and we will be a diaconal family. God has a task for us.
God’s grace, through all of the Sacraments, makes God present in our lives and gives us the strength to live today’s Gospel in today’s world. With God’s help, we can be the grain of wheat which falls to the ground. Please, dear Lord, help me to die to myself so that much fruit will be produced for your Kingdom.
Saint Lawrence, pray for us.
Mientras escribo esto, estamos contando los días, si Dios quiere, hasta que mi esposo sea ordenado diácono permanente en la Diócesis de Kalamazoo.
Nos hemos estado preparando para este día durante más de 7 años, más de 12 años si contamos desde cuando Tom y yo comenzamos a discutir su discernimiento. Hemos orado, estudiado y preparado. Hemos hecho amigos de por vida con las otras parejas que han caminado en este proceso junto a nosotros. Nuestra familia parroquial nos ha apoyado en oración y amor. El momento casi ha llegado.
En los Sacramentos de Iniciación recibimos la gracia que necesitamos para vivir nuestras vidas como discípulos de Jesús. Recibimos en el Bautismo toda gracia que necesitamos, y fue fortalecida y sellada en nuestra Confirmación. Cada vez que asistimos a Misa y recibimos la Eucaristía, somos alimentados y fortalecidos para los desafíos que enfrentaremos en nuestro camino hacia el cielo. Se nos da la gracia de morir a nosotros mismos para que podamos vivir como Jesús nos llama a vivir, para que podamos ser sus discípulos en el amor y la acción.
En el Sacramento del Matrimonio, se nos dan las gracias que necesitamos para traer a otros con nosotros. En el matrimonio, los dos se vuelven uno, las gracias se dan tanto al hombre como a la mujer, de modo que ya no son simplemente dos personas que comparten un hogar, sino son una familia. La familia es un icono vivo de la Santísima Trinidad en el mundo. A partir del dar y recibir amor, se crea nueva vida y sale al mundo. ¡Esto es cierto incluso para aquellos de nosotros que no fuimos bendecidos con hijos! Es simplemente una forma de vida distinta. En el matrimonio, ya no recibimos gracia simplemente para nuestra propia salvación, sino para la salvación de los que están más cerca a nosotros, nuestra familia. Dios, una vez más, nos da la gracia de morir a nosotros mismos, para que podamos llevar a nuestras familias a Jesús.
En el Sacramento de la Ordenación, se da la gracia de vivir el discipulado a través del servicio a los demás. Estas gracias no son nuestras, sino que deben transmitirse a quienes nos rodean; nuestra parroquia, nuestra diócesis, nuestro mundo. Debido a que mi esposo y yo somos uno en el Sacramento del Matrimonio, las gracias dadas a Tom en su ordenación se desbordarán a mí también. Él será diácono y nosotros seremos una familia diaconal. Dios tiene una tarea para nosotros.
La gracia de Dios, a través de todos los Sacramentos, hace que Dios esté presente en nuestras vidas y nos da la fuerza para vivir el Evangelio de hoy en el mundo de hoy. Con la ayuda de Dios podemos ser el grano de trigo que cae a la tierra. Por favor, querido Señor, ayúdame a morir a mí mismo para que se produzcan muchos frutos para tu Reino.
San Lorenzo, ruega por nosotros.
Sheryl’s first calling is to be wife and partner to Tom, who is a candidate for the Permanent Diaconate in the Diocese of Kalamazoo. She also gets to live out her passion for teaching and learning by serving as principal at St. Therese Catholic School in Wayland, Michigan. Home is full with Carlyn, our goofy golden retriever, Lucy, our terrier mix wild child, and Mila, our very special Bernese Mountain dog.
Feature Image Credit: Nikolett Emmert, unsplash.com/photos/a-field-of-wheat-ready-to-be-harvested-l5eGfS0Uc7g