During Jesus’ life on earth, it was required that every Jewish man make a pilgrimage to Jerusalem for Passover. It was a time to recognize and celebrate the Jewish people’s freedom from Egyptian slavery. Jesus goes missing and is found three days later in the Temple during this feast that recounts freedom from slavery. As I read this account, I can’t help but contemplate how Jesus would become, just twenty years later, our freedom from the slavery of sin.
Jewish men typically brought their wives and children on the pilgrimage but would travel separately from them. Therefore, it was not a matter of irresponsible parenting for Mary and Joseph to discover Jesus was missing. At twelve, Jesus was considered old enough to be among the men, although at this age, the cusp of manhood, it would not have been unusual for him to travel alongside His mother. For each to assume Jesus was with the other, therefore, would have been a logical conclusion for His parents to make. (see CCC 583)
At 12 years old, Jesus understood who he was in regard to His deity. His response to return home with Mary and Joseph, where we are told He would remain obedient to them, growing in wisdom and honor under their watchful eye, demonstrates He also understood who He was in regard to his humanity. Furthermore, when we study this moment in the Gospel, we can not ignore the juxtaposition of the three days Jesus spent in the temple with His resurrection from the dead after three days. (see CCC 534)
Lastly, let us look at the interaction between Jesus and the Pharisees. The Pharisees were asking Jesus questions, and were amazed and astonished by His answers. Two thousand years later, it is easy to forget that we can still come to Jesus asking questions and receiving answers that astound us. Yet, how often do we seek His wisdom and counsel? Do we go to Him with questions, looking for instruction and guidance in the faith? How can we always keep in the forefront of our minds that He is alive, able to teach, direct, console, and amaze us?
Our Lord and Savior is not dead! He is not distant or unaware; Jesus is back, for eternity, in His Father’s house, sitting at His right hand and able to love us in a way we can barely comprehend! Knowing this, pondering this in our hearts, we can take heart remembering Jesus’ promise to be with us until the end of the age. Jesus cannot be lost; He has made it very clear where He must be and where we can quickly locate Him — still in His Father’s house, in the Tabernacle, in the guise of Bread and Wine — our Eucharistic Lord! (see CCC 2599)
Durante la vida de Jesús en la tierra, era necesario que todo judío hiciera una peregrinación a Jerusalén para la Pascua. Era un momento para reconocer y celebrar la libertad del pueblo judío de la esclavitud egipcia. Jesús desaparece y es encontrado tres días después en el Templo durante esta fiesta que narra la liberación de la esclavitud. Mientras leo este relato, no puedo evitar contemplar cómo Jesús se convertiría, apenas veinte años después, en nuestra libertad de la esclavitud del pecado.
Los hombres judíos normalmente llevaban a sus esposas e hijos a la peregrinación, pero viajaban separados de ellos. Por lo tanto, no fue una cuestión de paternidad irresponsable que María y José descubrieran que Jesús estaba desaparecido. A los doce años, se consideraba que Jesús tenía la edad suficiente para estar entre los hombres, aunque a esta edad, en la cúspide de la virilidad, no habría sido inusual que viajara junto a su madre. Por lo tanto, que cada uno asumiera que Jesús estaba con el otro habría sido una conclusión lógica para sus padres. (ver CIC 583)
A los 12 años, Jesús entendió quién era con respecto a Su deidad. Su respuesta de regresar a casa con María y José, donde se nos dice que permanecería obediente a ellos, creciendo en sabiduría y honor bajo su atenta mirada, demuestra que también entendió quién era con respecto a su humanidad. Además, cuando estudiamos este momento en el Evangelio, no podemos ignorar la yuxtaposición de los tres días que Jesús pasó en el templo con su resurrección de entre los muertos después de tres días. (ver CIC 534)
Por último, veamos la interacción entre Jesús y los fariseos. Los fariseos le hacían preguntas a Jesús y quedaban asombrados por sus respuestas. Dos mil años después, es fácil olvidar que todavía podemos acudir a Jesús haciéndole preguntas y recibiendo respuestas que nos asombren. Sin embargo, ¿con qué frecuencia buscamos Su sabiduría y consejo? ¿Acudimos a Él con preguntas, buscando instrucción y guía en la fe? ¿Cómo podemos tener siempre presente en nuestra mente que Él está vivo y es capaz de enseñarnos, dirigirnos, consolarnos y asombrarnos?
¡Nuestro Señor y Salvador no está muerto! No está distante ni inconsciente; ¡Jesús está de nuevo, por la eternidad, en la casa de Su Padre, sentado a Su diestra y capaz de amarnos de una manera que ni siquiera podemos comprender! Sabiendo esto, reflexionando sobre esto en nuestros corazones, podemos animarnos al recordar la promesa de Jesús de estar con nosotros hasta el fin de los tiempos. Jesús no se puede perder; Él ha dejado muy claro dónde debe estar y dónde podemos localizarlo rápidamente: todavía se encuentra en la casa de Su Padre, en el Tabernáculo, bajo la apariencia de Pan y Vino, ¡nuestro Señor Eucarístico! (ver CIC 2599)
Feature Image Credit: Yomismo, cathopic.com/photo/7235-at-the-holy-sepulcher-in-jerusalem
The views and opinions expressed in the Inspiration Daily blog are solely those of the original authors and contributors. These views and opinions do not necessarily represent those of Diocesan, the Diocesan staff, or other contributors to this blog.