It struck me that the man Jesus healed waited for 38 years. That’s a long time to suffer. St. Monica prayed patiently and persistently for many years for her son St. Augustine. We learn from her that a mother’s persistent endurance will pay off. But we still have to wait.
I have friends who are waiting now. They have discerned a vocation of marriage and family but have not yet met their spouse. Like the man in the Gospel, they are suffering and someone else keeps getting there first. They watch their friends and roommates pair off and get engaged, and wonder when it will be their turn. My heart feels for them. I remember that wait and the emotional toll it took.
This Gospel reminds us that Jesus sees us. He sees us in the waiting – whether it be for physical healing, a spouse, or a child – and when the time is right, when it is just right, he will be there. Not only did he heal the man, he did it on the Sabbath. It was so important for him to heal this man who’d waited, he did it on a day when it was forbidden. He was later persecuted in part because of this action. For reasons only God knows it had to be that way and we believe it was for his glory.
I don’t know why some people are asked to wait for their heart’s desire but I’ve come to realize through God’s grace that it is not waiting in vain nor it is waiting alone. We wait and we trust and we believe that he will be there with us, and one day, the wait will be over and God will be glorified.
What are you waiting for?
Jesus, help me to wait patiently, trusting that your time is the right time.
Me llamó la atención que el hombre que Jesús sanó esperó 38 años. Es mucho tiempo para sufrir. Santa Mónica oró paciente y persistentemente durante muchos años por su hijo San Agustín. De ella aprendemos que la perseverancia de una madre dará fruto. Pero todavía tenemos que esperar.
Tengo amigos que están esperando actualmente. Han discernido una vocación al matrimonio pero aún no han conocido a su cónyuge. Como el hombre del Evangelio, están sufriendo porque alguien más llega primero. Ven a sus amigos y compañeros de cuarto unirse y comprometerse, y se preguntan cuándo será su turno. Mi corazón se compadece por ellos. Me acuerdo de esa espera y el precio emocional que me costó.
Este Evangelio nos recuerda que Jesús nos ve. Nos ve en la espera, ya sea por la curación física, por un cónyuge o por un hijo, y cuando sea el momento adecuado, cuando sea el más adecuado, él estará allí. No sólo sanó al hombre, sino que lo hizo en sábado. Era tan importante para él curar a este hombre que había esperado, que lo hizo en un día en que estaba prohibido. Posteriormente fue perseguido en parte por esta acción. Por razones que sólo Dios sabe, tuvo que ser así y creemos que fue para su gloria.
No sé por qué a algunas personas se les pide que esperen por el deseo de su corazón, pero me he dado cuenta, por la gracia de Dios, que no es una espera en vano ni una espera sola. Esperamos y confiamos y creemos que él estará allí con nosotros, y un día la espera terminará y Dios será glorificado.
¿Qué cosa estás esperando?
Jesús, ayúdame a esperar pacientemente, confiando en que tu momento es el momento apropiado.
Merridith Frediani loves words and is delighted by good sentences. She also loves Lake Michigan, dahlias, the first sip of hot coffee in the morning, millennials, and playing Sheepshead with her husband and three kids. She writes for Catholic Mom, Diocesan.com, and her local Catholic Herald. Her first book Draw Close to Jesus: A Woman’s Guide to Adoration is available at Our Sunday Visitor and Amazon. You can learn more at merridithfrediani.com.
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