When God does things, he does them lavishly. The book of Genesis opens with the stunning array of all creation being poured forth from God’s hands in his limitless love. And here, in the familiar story of the rich man and Lazarus, we see two accounts of lavish living. The rich man clothed himself in fine linen and dined sumptuously, extravagantly, lavishly.
On the other hand, we see Lazarus taken up to the bosom of Abraham, which means sitting in a place of honor at a banquet. One of my favorite illustrations of God’s lavish feast-giving is penned by the prophet Isaiah:
“On this mountain the LORD of hosts will provide for all peoples A feast of rich food and choice wines, juicy, rich food and pure, choice wines. He will destroy death forever. The Lord GOD will wipe away the tears from all faces; The reproach of his people he will remove from the whole earth; for the LORD has spoken.” (Is. 25:6, 8).
These words often bring tears to my eyes. There are so many who are suffering under burdens that weigh them down, crushing burdens mostly not of their own making. They are afraid to lift their eyes to this feast of rich food that “the Lord of hosts will provide for all peoples.”
God is telling you, however, “I want you at this banquet. Don’t make banquets of your own. Don’t hoard riches on this earth for yourself. Don’t give up hope when you are not wealthy. Trust entirely in my lavish love for you.”
The riches of God’s grace are not able to be measured, and they will be lavished on us for all eternity. In fact, it will take eternal ages for God to show us the riches of his grace through the kindness shown to us in Christ Jesu, his Son.
There in the “bosom of Abraham,” like Lazarus, our tears will be wiped away, we will finally rest in the security of God’s provision and loving protection. We will be home in our God who can never be outdone in his lavish kindness.
Let us lift our eyes from our own wealth, however great or small it may be, and rest our gaze on the riches of God given to us even now in Christ Jesus: to live in communion with God through the sacraments in ever closer intimacy and unending joy.
Cuando Dios hace las cosas, las hace abundantemente. El libro de Génesis comienza con la asombrosa variedad de toda la creación derramada de las manos de Dios en su amor ilimitado. Y aquí, en la conocida historia del hombre rico y Lázaro, vemos dos relatos de una vida lujosa. El hombre rico se vistió de lino fino y cenó suntuosamente, extravagante y profusamente.
Por otro lado, vemos a Lázaro llevado al seno de Abraham, lo que significa sentarse en un lugar de honor en un banquete. Una de mis ilustraciones favoritas del banquete espléndido de Dios está escrita por el profeta Isaías:
“En el monte Sión, el Señor todopoderoso preparará para todas las naciones un banquete con ricos manjares y vinos añejos,con deliciosas comidas y los más puros vinos. El Señor destruirá para siempre la muerte, secará las lágrimas de los ojos de todos y hará desaparecer en toda la tierra la deshonra de su pueblo. El Señor lo ha dicho.” (Isaías 25, 6 y 8).
Estas palabras a menudo me hacen llorar. Hay muchos que están sufriendo bajo cargas que los agobian, cargas aplastantes que en su mayoría no han sido creadas por ellos mismos. Tienen miedo de levantar los ojos hacia este banquete de comida rica que “el Señor todopoderoso preparará para todas las naciones”.
Sin embargo, Dios te está diciendo: “Quiero que vengas a este banquete. No hagas tus propios banquetes. No acumules riquezas en esta tierra para ti mismo. No pierdas la esperanza cuando no seas rico. Confía enteramente en mi abundante amor por ti”.
Las riquezas de la gracia de Dios no se pueden medir y nos serán prodigadas por toda la eternidad. De hecho, pasarán edades eternas para que Dios nos muestre las riquezas de su gracia a través de la bondad que nos muestra en Cristo Jesús, su Hijo.
Allí, en el “seno de Abraham”, como Lázaro, nuestras lágrimas serán secadas y finalmente descansaremos en la seguridad de la provisión y la protección amorosa de Dios. Estaremos en casa con nuestro Dios, quien nunca podrá ser superado en su abundante bondad.
Levantemos la vista de nuestra propia riqueza, por grande o pequeña que sea, y posemos la mirada en las riquezas de Dios que nos han sido dadas ahora en Cristo Jesús: vivir en comunión con Dios a través de los sacramentos en una intimidad cada vez más cercana y una alegría interminable.
Sr. Kathryn James Hermes, FSP, is an author and offers online evangelization as well as spiritual formation for people on their journey of spiritual transformation and inner healing. Website: www.touchingthesunrise.com My Books: https://touchingthesunrise.com/books/
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