Mi hijo, Mason, empezó la secundaria en septiembre. Como podrías adivinar, empezó a tener una actitud fea casi al mismo tiempo. Ha llegado a un punto que tan sólo mirarlo de costado lo pone de mal humor. Tampoco parece poder enfocarse en una tarea y seguirla de inicio al final.
Después de recogerlo de la casa de un amigo donde había pasado la noche, le pedí que desempacara su maleta y guardara sus cosas antes de hacer otra cosa. Después de dos segundos no estaba haciendo nada sino estaba allí parado y molesto. Tomé por hecho que estaba enojado porque lo estaba forzando a desempacar y perdí la paciencia.
Cuando terminé hablándole serio me dijo, “No, no ese so, solo que me di cuenta que dejé mis pantuflas en la casa de mi amigo.”
A Mason ¡le ENCANTAN sus pantuflas! Son unas patas de oso enormes y peludos con unas garras que se alumbran al pisar. Las había conseguido hace solo un par de días. Sentí su dolor, y sentí pésima. A pesar de saber el consejo antiguo de “Nunca tomar por hecho…,” justo es lo que había hecho.
En Juan 7, los sumos sacerdotes y los Fariseos quisieron arrestar a Jesús por lo que creen que está diciendo y haciendo. Nicodemo los enfrenta señalando que están condenando a Jesús sin hacerle preguntas primero para aclarar y luego escucharlo. Ellos ignoraron el reto de Nicodemo pero yo no puedo.
Si verdaderamente quiero ser buena mamá para mis hijos, no puedo tomar nada por hecho. Siempre debo hacerles preguntas para clarificar, y luego tomar el tiempo de escucharlos antes de reaccionar.
Dios siempre paciente, por favor ayúdame a parar mis reacciones hasta que he aprendido todo lo que necesito saber en cualquier situación.