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Christ, in Human Weakness / Cristo, en su Debilidad Humana

Sep 07 2024

Christ, in Human Weakness / Cristo, en su Debilidad Humana

St. Paul admonishes the Corinthians in our first reading, criticizing their distinctions, boasting, and wealth. This is not the life of a disciple of Christ, or at least not the life of an apostle, he explains. The apostles should be the “last of all, like people sentenced to death,” “a spectacle to the world,” “fools on Christ’s account,” “weak,” “in disrepute,” “hungry and thirsty,” “poorly clad and roughly treated,” “ridiculed,” “persecuted,” “slandered,” “the world’s rubbish, the scum of all” (1 Cor. 4:9–13).

This is not only a description of apostles: it is a description of how Christ was treated as well. In today’s Gospel He is wandering around without food on the Sabbath with His disciples. They eat grain from a field out of necessity. Of course, Jesus uses this as an example of His royal priestly character and explains that, as God, He has authority over the Sabbath. But there remains the fact that He and His disciples needed to pick the grain in the first place.

From the beginning of His public ministry, Christ walked the earth homeless, traveling with only the bare necessities, and sometimes less. He was welcomed where He went by at least some, but at times He was hungry and thirsty, poorly clad and roughly treated, ridiculed, persecuted, slandered and considered the world’s rubbish. Coming to His people as God Incarnate, He was questioned, distrusted, heckled, and threatened routinely. He endured this treatment while subjecting His body to intense fasts and strenuous journeys.

We can forget this side of Christ, even when reading the Gospels. They display so wonderfully His power, wisdom, and authority, but they also show a weak wanderer who was treated poorly by those around Him and ultimately betrayed by His friends. He was never at home on earth, and He experienced the constant tension of being treated with infinitely less respect and love than He deserved.

St. Paul recognized that the way to follow Christ is not to use His favor to gain distinction and wealth. The way to follow Christ is to live as He lived. This is brilliantly displayed in the lives of the Franciscan saints, who strove to live without anything on this earth, just as Christ did. They wandered about preaching and doing the will of God, as Jesus did, and welcomed every type of suffering for His sake.

Some of the more well-known, like St. Francis of Assisi and St. Padre Pio, conformed themselves so perfectly to Christ in humility and weakness that they were given His very wounds. Their hands, feet, and side bled just as Christ’s did on the Cross. For them, as for Christ, this was not immediately a source of glory, but a source of intense pain. Padre Pio especially felt great shame in the stigmata, but he knew that if God desired Him to be so conformed to Christ, the best response was to bear it graciously.

Let us strive to follow Christ as these saints did, willing to endure all persecution and weakness to be like Him in death and in eternal life.

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San Pablo amonesta a los corintios en la primera lectura, criticando sus distinciones, jactancia y riqueza. Explica que esta no es la vida de un discípulo de Cristo, o al menos no es la vida de un apóstol. Los apóstoles deberían ser “los últimos de todos, como a gente condenada a las fieras”, “un espectáculo para el mundo”, “locos a causa de Cristo”, “débiles”, “despreciados”, con “hambre y sed”, “pobremente vestidos” “recibimos golpes” “nos maldicen,” “nos persiguen”, “nos calumnian”, “nos tienen…como la basura del mundo y el desecho de la humanidad” (1 Cor 4,9-13).

Esta no es sólo una descripción de los apóstoles: es una descripción de cómo tratan a Cristo también. En el Evangelio de hoy, está deambulando sin comer en sábado con Sus discípulos. Comen grano del campo por necesidad. Por supuesto, Jesús usa esto como un ejemplo de su carácter real sacerdotal y explica que, como Dios, tiene autoridad sobre el sábado. Pero queda el hecho de que Él y Sus discípulos necesitaban recoger el grano en primer lugar.

Desde el comienzo de Su ministerio público, Cristo caminó por la tierra sin hogar, viajando sólo con lo más necesario y, a veces, con menos. Algunos lo recibieron dónde iba, pero a veces tenía hambre y sed, estaba mal vestido y lo trataban con rudeza, lo ridiculizaban, lo perseguían, lo calumniaban y lo consideraban basura del mundo. Al venir a Su pueblo como Dios encarnado, fue cuestionado, desconfiado, abucheado y amenazado rutinariamente. Soportó este tratamiento mientras sometía su cuerpo a intensos ayunos y viajes extenuantes.

Podemos olvidar este lado de Cristo, incluso cuando leemos los Evangelios. Muestran maravillosamente Su poder, sabiduría y autoridad, pero también muestran a un vagabundo débil que fue tratado mal por quienes lo rodeaban y finalmente traicionado por Sus amigos. Nunca estuvo en casa en la tierra y experimentó la tensión constante de ser tratado con infinitamente menos respeto y amor del que merecía.

San Pablo reconoció que la manera de seguir a Cristo no es usar su favor para ganar distinción y riqueza. La manera de seguir a Cristo es vivir como Él vivió. Esto se muestra brillantemente en la vida de los santos franciscanos, quienes se esforzaron por vivir sin nada en esta tierra, tal como lo hizo Cristo. Deambularon predicando y haciendo la voluntad de Dios, como lo hizo Jesús, y aceptaron todo tipo de sufrimiento por causa de Él.

Algunos de los más conocidos, como San Francisco de Asís y San Padre Pío, se conformaron tan perfectamente a Cristo en humildad y debilidad que recibieron Sus mismas heridas. Sus manos, pies y costado sangraron tal como a Cristo en la Cruz. Para ellos, como para Cristo, esto no fue inmediatamente fuente de gloria, sino fuente de intenso dolor. El Padre Pío sintió especialmente gran vergüenza por los estigmas, pero sabía que si Dios deseaba que fuera semejante a Cristo, la mejor respuesta era soportarlo con gracia.

Esforcémonos por seguir a Cristo como lo hicieron estos santos, dispuestos a soportar toda persecución y debilidad para ser como Él en la muerte y en la vida eterna.

Comunicarse con el autor

David Dashiell is a freelance author and editor in Nashville, Tennessee. He has a master’s degree in theology from Franciscan University, and is the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism.

Feature Image Credit: Mateus Campos Felipe, unsplash.com/photos/crucifix-cathedral-aW4lHUNO9tI