How married are you to the idea that Jesus is your Savior? How open are you to the invitation extended to everyone as Jesus died upon the Cross and then rose again, conquering sin and death? How prepared are you to RSVP and, more importantly, arrive prepared to enjoy the feast?
Jesus teaches with images those listening could relate to, meeting people where they are at. Maybe references to kings and shepherds don’t speak directly to current circumstances but the lessons remain timeless. Today’s Gospel includes an allegory of the King hosting a marriage feast for his Son. The bride in this story, represents the Church. We are to see ourselves among those called to the feast.
In Jesus’ time, the practice for royal banquets was to first send out the messengers with an invitation, a Biblical times “save the date.” Next, when the feast was ready, messengers were sent with a second summons to retrieve the invitees and let them know that the doors were open. Clean your face, don your finest apparel, and come enjoy the feast prepared for you.
We are called to the Kingdom of God, to a life of faith, and to inherit heaven, but sadly not all will be found worthy to possess it. Some people will flat out decline this generous offer with a myriad of excuses: busy with work, leisure, or a host of worldly endeavors. Some will accept the invitation but not follow through, perhaps due to ignorance or apathy. It is fascinating to contemplate people’s reactions to the summons to the wedding feast. How often do we despise or disregard God’s summons in our lives? How willing are we to take the time to prepare our hearts for the feast?
Do we come in our Sunday best to meet the King and His Son at Mass? Do we come ready not only on the outside but, more importantly, on the inside? Do we prepare our hearts to partake in the banquet of the Lord, the Eucharist? Have we looked over the Daily Readings, reflected on His Word, and the Gift of receiving Him in the Eucharist? Do we remember to ask for the Lord’s blessing and for Him to bestow on us the grace necessary to be fully present in this grand celebration?
¿Qué tan unido estás con la idea de que Jesús es tu Salvador? ¿Qué tan abierto estás a la invitación extendida a todos cuando Jesús murió en la cruz y luego resucitó, venciendo el pecado y la muerte? ¿Qué tan preparado estás para confirmar tu asistencia y más importante, llegar preparado para disfrutar de la fiesta?
Jesús enseña con imágenes con las que la gente que lo escucha va a poder identificarse, encontrando a las personas en su situación actual. Tal vez las referencias a reyes y pastores no hablen directamente de las circunstancias actuales, pero las lecciones siguen siendo eternas. El Evangelio de hoy incluye una alegoría del Rey que organiza una fiesta de bodas para su hijo. La novia en esta historia representa a la Iglesia. Debemos vernos entre los llamados a la fiesta.
En la época de Jesús, la práctica para los banquetes reales era enviar primero a los mensajeros con una invitación, una especie de “reservar la fecha” de los tiempos bíblicos. Luego, cuando la fiesta estaba lista, se enviaron mensajeros con una segunda convocatoria para reunir a los invitados y hacerles saber que las puertas estaban abiertas. Limpia tu rostro, vístete con tus mejores vestimentas y ven a disfrutar de la fiesta preparada para ti.
Estamos llamados al Reino de Dios, a una vida de fe y a heredar el cielo, pero lamentablemente no todos serán dignos de poseerlo. Algunas personas rechazarán directamente esta generosa oferta con una miríada de excusas: ocupados con el trabajo, el ocio o una serie de actividades mundanas. Algunos aceptarán la invitación pero no la cumplirán, tal vez por ignorancia o apatía. Es muy interesante contemplar las reacciones de la gente ante la convocatoria al banquete de bodas. ¿Con qué frecuencia despreciamos o ignoramos las llamadas de Dios en nuestras vidas? ¿Qué tan dispuestos estamos a tomarnos el tiempo para preparar nuestros corazones para la fiesta?
¿Venimos con nuestras mejores vestimentas para encontrarnos con el Rey y Su Hijo en la Misa? ¿Venimos preparados no solo por fuera sino, lo que es más importante, por dentro? ¿Preparamos nuestro corazón para participar en el banquete del Señor, la Eucaristía? ¿Hemos repasado las Lecturas del día, reflexionado sobre Su Palabra, y el Don de recibirlo en la Eucaristía? ¿Nos acordamos de pedir al Señor que nos bendiga y nos conceda la gracia necesaria para estar plenamente presentes en esta gran celebración?
Feature Image Credit: Thomas William, unsplash.com/photos/OAVqa8hQvWI
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